El 20 de Mayo de 2022 Dieter Rams cumplió sus primeros 90 años, pero seguirá siendo contrario a seguir y adoptar las modas imperantes . En su casa de Kronberg, una localidad de apenas 18.300 vecinos situada en el estado de Hesse (Alemania), abundan los electrodomésticos anteriores a 1990 y es difícil encontrarse con un ordenador. A Rams, aficionado a tomar lápiz y papel para garabatear dibujos, le disgustan profundamente. La única pantalla que hay en su salón es, de hecho, la de un viejo televisor Braun de 1989. Una de las mayores aficiones de Rams consiste en cuidar su pequeño jardín de estética japonesa y —al menos hasta principios de la década de los 2000— nadar largos en su piscina climatizada para fortalecer los músculos de la espalda, agarrotada tras años reclinado sobre la mesa de su estudio. Además de los ordenadores, Rams es reacio al consumo desaforado y un firme defensor de la sostenibilidad.
Y sin embargo, a pesar de su reticencia a los ordenadores y a desprenderse de viejos electrodomésticos, o de que sus raíces profesionales se hiendan en un sencillo taller de carpintería alemán de la primera mitad del siglo XX, Rams ha contribuido a forjar la personalidad de una de las compañías más decisivas en el desarrollo tecnológico de las últimas décadas: Apple.
Aunque su discreción le ha llevado a esquivar los focos durante décadas, Dieter Rams es una de las figuras sin las que no se puede entender el diseño industrial de los últimos cien años. Su decálogo de principios sobre la profesión —entre los que destaca la máxima “menos, pero con mejor ejecución”— y el trabajo que desarrolló durante décadas para la firma de electrónica Braun y los fabricantes de muebles Vitsoe+Zapf lo convierten en una pieza clave para comprender el sector en el siglo XX. El Chief Design Officer de Apple, Jonathan Ive, o el afamado diseñador británico Jasper Morrison han reconocido de forma pública su admiración por el legado de Rams.
“Un diseñador que en toda su vida produjera un par de objetos significativos e influyentes podría fundar un movimiento. Producir más de 500 bordea lo absurdo. Esto habla quizás de un atributo menos obvio pero de importancia vital para Dieter Rams: su capacidad para colaborar. El hecho de que conozcamos a Rams principalmente por sus productos bellamente diseñados y fabricados en serie en lugar de por su credo de buen diseño, dice mucho sobre sus extraordinarias colaboraciones dentro de Braun. El suyo no fue un experimento académico en el modernismo. Convivía todos los días con la realidad comercial y los resultados de lo que él y su equipo diseñaban. […] Cuando piensas en Braun inmediatamente piensas en los productos, no en una declaración abstracta o un manifiesto. Nuestra percepción de estos productos es nuestra percepción de la marca.” (Jonatan Ives, Director de Diseño de Apple 1992-2015)
Los orígenes de Rams se remontan a la Europa de entreguerras, a la Alemania de principios de la década de 1930. El mismo año en que Adolf Hitler presentaba su candidatura a la presidencia del país por el partido Nazi (1932), Rams nacía en Wiesbaden, una urbe mediana enclavada en la desembocadura del Meno y a la que sus balnearios le han valido el mote de “La Niza del Norte”. Desde muy niño, Rams se quedó fascinado por la habilidad que su abuelo mostraba en el taller de carpintería.
Los abuelos de Dieter Rams
Dieter Rams a la edad de 8 años
El arte de doblegar la madera le impresionó tanto que en 1948 decidió interrumpir los estudios de arquitectura e interiorismo que había iniciado un año antes en la Escuela de Arte de su ciudad natal para completar su formación como aprendiz de carpintería.
Dieter Rams en su época de estudiante en la Escuela de Arte
(el primero sentado por la derecha)
Siete años después, en 1953, se graduó en Wiesbaden y se incorporó a las oficinas de arquitectura de Otto Apple, de donde daría el salto a Skidmore Owings & Merril, en Frankfurt. A mediados de la década de los 50 Rams afrontó uno de los pasos decisivos en su carrera profesional. En 1955 se incorporó como arquitecto y diseñador de interiores a la plantilla de Braun, una compañía tecnológica que había fundado en 1921 el ingeniero Max Braun y que desde 1951 —tras el fallecimiento del patriarca— estaba en manos de sus hijos, Artur y Erwin.
Los jóvenes hermanos Braun —cuando tomaron las riendas de la empresa ninguno pasaba de los 30 años— supieron posicionar la firma en el mercado de la electrónica de consumo de posguerra. También mostraron un fino instinto comercial para captar la nueva sensibilidad de la clientela. Si la anterior generación demandaba gramófonos y televisores engarzados en cubiertas de madera que diesen a los aparatos la apariencia de muebles, el mercado de mediados del siglo pedía todo lo contrario: un estilo más sofisticado y productos de electrónica sin complejos.
Para acertar en esa nueva apuesta Artur y Erwin pidieron consejo a la Ulm School of Design, una escuela fundada a principios de la década de los 50 por los creativos Inge Aicher-Scholl, Otl Aicher y Max Bill. Sus responsables no tardaron en percibir el talento de Rams, quien en un principio se había incorporado a Braun con la misión de realizar labores de interiorismo. Al poco tiempo su curiosidad voraz lo impulsó a ir más allá de las oficinas y centrarse en los propios productos.
Un año después de haber llegado a la empresa, en 1956, el joven de Wiesbaden colaboró con Hans Gugelot en el diseño de la radio tocadiscos SK4. El resultado no decepcionó. Juntos idearon una fórmula alejada de los anticuados diseños que emulaban a los aparadores. La pareja cambió la madera por el plástico transparente y dio forma a un producto que triunfó en el mercado. Su apuesta por dejar a la vista parte del mecanismo le valió al SK4 el mote de “El ataúd de Blancanieves”.
Tras el éxito del SK4 la carrera de Rams dentro de Braun avanzó imparable. Durante los años siguientes desarrolló —entre otros— los diseños de la popular radio Braun T1000, los tocadiscos audio 310 o SK61, la serie modular Atelier 1, la mezcladora de alimentos KM3, el encendedor Cylindric T2 o las icónicas calculadoras electrónicas de bolsillo ET22.
En 1961 la compañía decidió nombrarlo director de diseño, un cargo que ejerció durante varias décadas, hasta mediados de los años 90. Antes, en 1959, había empezado a diseñar muebles para la firma de Niles Vitsoe y Otto Zapf —desde 1969, tras la salida de Zapf, la empresa se conoce únicamente como Vitsoe—. Bajo esa marca lanzaría el emblemático Sistema de Estantería Universal 606, un diseño modular que destaca por su capacidad para adaptarse a las necesidades de cada usuario. Dicen que cuando Rams preguntó a Erwin si daba luz verde a que trabajase también para Vitsoe y Zapf, el hijo del fundador de Braun le contestó —haciendo gala de una sinceridad sin filtros, casi sonrojante—: “Sí. Ayudará al mercado para nuestras radios”.
Hasta su retiro, en 1995, cuando Peter Schneider lo sucedió en Braun, Rams se labró una carrera marcada por su propio decálogo profesional. Para el antiguo aprendiz de carpintero el diseño debía ser práctico, de calidad, sobrio, honesto, meticuloso, respetuoso con el medio y atemporal, con una estética a prueba de modas pasajeras. Su estilo sobrio bebe, entre otras influencias, de la Bauhaus o la corriente estética GUTE FORM, que predica un diseño libre de florituras.
Antes de que el consumismo desaforado hiciese saltar las alertas o que el ecologismo calase en el ideario colectivo, Rams no dudó en alzar la voz para pronunciarse sobre ambos temas. “Me imagino que nuestra situación actual hará que las generaciones futuras se estremezcan ante la falta de reflexión en la forma en que hoy llenamos nuestros hogares, ciudades y paisajes con un caos de basura desordenada”, reflexionaba en 1976 en Nueva York tras alertar de la “creciente escasez irreversible de recursos naturales” y defender “el fin de la era del despilfarro”. Más de cuatro décadas después, las palabras que pronunció en la Gran Manzana preservan su frescura.
“Creo que los diseñadores deberían eliminar lo innecesario. Eso significa eliminar todo lo que es moderno porque este tipo de cosas dura poco tiempo. Una empresa como Braun puede probar que productos que ya no están actualizados todavía se pueden usar y estar muy orgullosa de que nadie los esté tirando. Conozco gente que todavía tiene esos productos”, comentaba Rams, ya retirado. Esa sobriedad a la hora de trazar diseños enraíza en su propia defensa de la sostenibilidad. «La calidad estética de un producto es un aspecto integral de su utilidad. […]. —apuntaba en 2017, durante una entrevista— «Una cosa solo puede ser bella si también está bien hecha».
A pesar de su empeño por pasar inadvertido, con el paso de las décadas Rams ha ido adquiriendo una notoriedad internacional. Algunas de sus piezas están expuestas en el museo MoMA de Nueva York, el Museo de Arte de Filadelfia acoge desde noviembre y hasta el 14 abril la exposición «Dieter Rams: Principed design» e incluso el cineasta independiente Gary Hustwitt —conocido por cintas como Helvetica o Urbanized— rodó un documental sobre la vida del alemán: Rams. Su celo por preservar su intimidad era tan firme que en una entrevista con la CNN Hustwit reconoció que tuvo que insistirle durante meses hasta que logró convencerlo para que se prestase al documental.
A lo largo de los últimos años Rams ha acaparado también titulares por la fundación que creó junto a su esposa, Ingeborg, o sus trabajos. Hace unos años la firma Tsatsas, por ejemplo, decidió rescatar y poner a la venta un diseño de bolso de cuero -modelo 931- que Rams había ideado en 1963 para su mujer. Aunque el creador alemán había concebido el complemento como una creación personal para Ingeborg su salida al mercado generó expectación. Ni siquiera su precio prohibitivo —900 euros— evitó que la atención de los amantes del diseño se centrase en la pieza.
Ni el éxito ni los reconocimientos han variado sin embargo las convicciones de Rams sobre su oficio. Durante una charla que mantuvieron en 2016 en Múnich, su compatriota y colega, Fritz Frenkler, le preguntó qué trayectoria profesional seguiría si le diesen la oportunidad de hacer borrón y cuenta nueva. La respuesta del antiguo diseñador de Braun, después de una carrera trufada de éxitos y de haber servido de inspiración a una de las marcas tecnológicas más relevantes del siglo XX, no deja indiferente. “Si tuviera que volver a elegir, no querría ser diseñador. Hay demasiados productos innecesarios en el mundo”, replicó Rams antes de reconocer que —si le ofreciesen la opción de resetearse a nivel laboral— le gustaría dedicarse a la arquitectura del paisaje.
Durante una entrevista concedida a ICON en 2004, cuando tenía 71 años, Rams aseguraba estar disfrutando de su jubilación con una sencillez que en nada recuerda al lujo de los estudios de las grandes multinacionales. Su día a día se asemejaba más bien a sus inicios en el taller de carpintería de su abuelo. Retirado en la casa que él mismo construyó en 1971, rodeado de electrodomésticos y muebles de su propio diseño, se dedicaba al cuidado de bonsáis y a practicar natación.
© Carlos Prego, www.xataka.com.